Una madre y su hijo viven en la pobreza y están distanciados. Ella toma una vieja autocaravana de la empresa donde trabaja su hermana y la convierte en su nuevo hogar.
La compositora firma una muy sencilla creación en la que la flauta, el saxo alto y tenor, el fliscorno, bombardino, contrabajo o la guitarra forman una unidad motívica que se reitera a lo largo de la película remarcando una impresión de vacío, distancia y de alguna manera también apatía y aburrimiento. Esta impresión estancada ayuda a definir la relación entre la madre y su hijo. La música, finalmente, se abre hacia el encuentro, la unión y la reconciliación y adquiere un tono más emocional, de aceptación.