Cuando Dios pierde la fe en la Humanidad, envía a su legión de ángeles para desatar el Apocalipsis. La única esperanza de la Humanidad está en un grupo de extraños atrapados en una cafetería en medio del desierto.
Intensa partitura que el compositor desarrolla en dos niveles dramáticos bien definidos y deliberadamente descompensados: en primer lugar, la música del Apocalipsis, de gran poderío y fuerza, agresiva y hostil; en segundo lugar -y en un plano menor- la música de la esperanza, frágil y vulnerable, pero con un tono optimista que acaba por imponerse al primero. Se trata de una creación elaborada, aunque convencional.