Un agente de policía de Nueva York se dedica a investigar una serie de asesinatos que parecen tener relación con posesiones demoníacas reales y exorcismos. Durante el curso de sus investigaciones unirá fuerzas con un cura exorcista que también está combatiendo al mal.
El compositor aplica una creación atonal con uso de instrumentos reales y electrónica para recrear ambientes turbios, obsesivos y ocasionalmente violentos, que mueve también en el territorio de los psicológico, buscando y logrando la perturbación y asfixia del espectador. Esta es una música hostil, sutil pero implacable, que se desarrolla inicialmente en lo inconcreto pero que llega a tomar cuerpo en una forma muy agresiva y demencial. Un tema final, melódico y afligido, sirve de resolución y pone el único punto de orden al caos.