El clásico de Rudyard Kipling sobre la historia de un niño criado en plena selva por los lobos que se convierte en miembro de la manada.
Para esta película, además de ambientar los exóticos lugares en los que transcurría la acción, el compositor dotó de vida a los animales, describiéndolos y dándoles personalidad: para el andar de los elefantes empleó trombones y tubas; los aullidos de los lobos, trompas; el torpe caminar del oso Baloo, contrafagot, y así con todos los que aparecen. Eso significaba que la banda sonora no sólo tenía finalidades ambientativas, sino que asumía la esencia de todos esos seres. Se conocía de la bondad de Baloo gracias al divertido tratamiento sonoro, mientras la maldad de la peligrosa cobra o del traicionero tigre Shere Khan era enfatizada por la composición.