Remake de Ikiru (52) ambientado en Londres, en la década de los 1950. Un veterano funcionario vive enterrado bajo el papeleo de la oficina mientras la ciudad se reconstruye después de la II Guerra Mundial. Al recibir un demoledor diagnóstico médico, vacía su cuenta de ahorros y se dirige a la costa prometiéndose hacer de sus últimos días un tiempo significativo.
Reseña de Javier González:
Esta es una película con mucha música si la comparamos con el clásico de Akira Kurosawa en el que se basa, donde el silencio musical dominaba gran parte del metraje. Hermanus, a diferencia del maestro japonés, trufa la cinta con multitud de temas preexistentes, con exquisito gusto, eso sí. Los diegéticos, música jazz de la época (varios de Jackie Gleason), están bien implementados y son coherentes con las escenas que acompañan, la mayoría en locales de fiesta y bares. En el plano incidental hay fabulosos temas de música clásica, elegantes y refinados, pero se quedan en anecdóticos y no aportan un plus a nivel narrativo en su convivencia con la música original. Funciona bien el tema de Dvorak en los créditos iniciales, así como el de Sibelius al comienzo del filme, retratando la época y la vida cotidiana de los funcionarios viajando en tren y llegando a Londres. El protagonista, el señor Williams, no tiene todavía una música propia en este momento, ya que es uno más de los zombis que acuden rutinariamente al trabajo.
La música original tiene un par de temas secundarios interesantes para momentos específicos: uno con propósitos cómicos para retratar la burocracia del ayuntamiento y otro dramático para la noche de fiesta y borrachera del protagonista. Pero la partitura de Emilie Levienaise-Farrouch destaca principalmente por dos temas interpretados a piano, preciosos e intimistas. El primero, que podríamos considerar el tema del señor Williams, aparece después de su visita al médico, cuando ya en casa recuerda momentos de su vida. Es la primera vez que el protagonista es relacionado con una música, pero suena tímida y a medio construir. Aparecerá de nuevo cuando habla de su infancia y su familia en la escena que cierra el segundo acto de la cinta, aquí ya desarrollado por completo. Su última y breve aparición es cerca del final de la película, cuando el nuevo compañero del señor Williams pasea por Londres recordándole.
El otro tema nace durante el encuentro entre el señor Williams y su amiga Margaret, la alegre joven que motiva su cambio de carácter, y finalmente es utilizado en la gran secuencia de flashbacks del tercer acto (aquí más concisa que la larguísima y catártica de la película original, que además no contaba con una sola nota de música). Es un bello tema que representa su actitud positiva ante la vida, una música noble y apacible que el protagonista ha recibido de Margaret en primera instancia y posteriormente cede a sus compañeros funcionarios, una especie de legado musical y lección de vida. Destacar también la importancia de una canción tradicional escocesa (The Rowan Tree) que es cantada por el protagonista en dos ocasiones, con enorme carga dramática y emotiva, al igual que ocurría en la película japonesa. Lamentablemente, después de la última aparición de la canción, el cierre de la película vuelve a contar con un tema preexistente clásico (de Ralph Vaughan Williams), que obedece a un sentido meramente estético, echándose de menos alguno de los temas originales, que a buen seguro podrían haber cerrado más satisfactoriamente el arco musical narrativo de la película.