En vida ahogó a sus hijos en una rabia de celos, arrojándose en el río tras ello. Ahora sus lágrimas son eternas, y aquellos que escuchan su llamada de muerte en la noche están condenados: se arrastra en las sombras y ataca a los niños, desesperada por reemplazar a los suyos.
Cada vez más lejos del gran logro alcanzado en The Conjuring (13) y también -pero en menor medida- de Annabelle (14) esta es una banda sonora que carece de cualquier idea interesante y que de aquellas que podrían haberlo sido (la nana) no se saca partido alguno. Es música hecha para el impacto inmediato, que es elaborada pero a la vez demasiado básica y que no acaba de generar ninguna atmósfera más allá de lanzar tóxicos sobre el espectador, a los que es fácil acostumbrarse. Tiene algún momento de cierta intensidad y demencia, pero tampoco va más allá de su utilidad para una escena concreta, sin planteamiento global.