En 1910, en un pequeño pueblo gallego, una maldición cae sobre una malvada marquesa: al cumplir los diez años, su hijo se convertirá en un hombre-lobo. Cien años después, un escritor fracasado que es el último descendiente de la saga regresa al pueblo convencido de que van a nombrarlo hijo adoptivo.
El compositor aplica una partitura que discurre en tres frentes definidos: música desenfadada para la comedia, temas de terror para el ambiente y melodías dramáticas para personajes. Sobresale un notable tema principal acelerado y gótico del que el compositor saca buen provecho y que aporta un tono ligero y desenfadado. Lo contrasta con elaborados temas para generar un entorno de terror impostado, de apariencia seria y rigurosa y que funcionan como complemento del tema principal, al que por comparación refuerzan. Estos temas se imponen con contundencia a las músicas aplicadas para lo dramático, que resultan prácticamente aplastadas y, por su debilidad, carecen de entidad propia, pues esta no es la banda sonora de la luz del día sino de la oscuridad de la noche.