Largometraje que mezcla ficción y documental en torno a la figura del caballero de la triste figura y las vivencias de su creador.
En los tiempos presentes, en los que grabar una banda sonora con instrumentos reales ya no es algo inaccesible, es lamentable que haya quien no dé un mínimo presupuesto a lo musical y pretenda hacer pasar por buena una emulación sinfónica con sintetizadores. Esta creación desborda emotividad, intensidad y buen hacer. Pero el compositor ha debido grabarla sin recursos, sin orquesta (aunque sí con algunos instrumentos), y en este simulacro lo bueno -muy bueno- acaba en la nada.