Las vidas de tres mujeres dan un giro cuando comienzan a recibir de forma anónima un ramo de flores que harán brotar en ellas sentimientos que parecían olvidados…
El compositor aplica una música que, no siendo ambiental, tampoco es narrativa. La suya es una música de epidermis, que incorpora una fina capa emocional, de observación, en momentos con ternura y en otros más distante y áspera, pero siempre como mirada ajena, poética, pero que en cualquier caso determina el punto de vista en que se quiere poner la cámara. Es una música de actitud, que da mucho impulso al filme pero las distancias que mantiene acaban por hacerla más prescindible y no del todo necesaria. Aún así, funciona bien, emocional y dermatológicamente. Y es, en sí, exquisitamente bella.