Un niño monstruo marino sale a la superficie en un pueblo italiano, transformado en niño humano y junto con otro de su misma especie descubre un mundo completamente nuevo.
El compositor firma una agradable creación que destina principalmente a proyectar un tono optimista y jovial, desenfadado y positivo. Lo hace con austeridad temática y con el protagonismo absoluto de un sencillo tema principal retentivo que funciona tanto como música interna del niño protagonista como expansiva, siendo el aura que genera a su alrededor. Es una melodía que aparece con frecuencia en el metraje y aunque no tiene una evolución especialmente relevante -el niño, en realidad, tampoco experimenta muchos cambios- sí mantiene su tono y pulso de modo sólido y se integra bien en el resto de temas para las acciones. Quizás le falta algo de fortaleza en su conjunto, pero es estimable y cumple sus cometidos en el resto del filme.