Una joven es testigo del asesinato de toda su familia por parte unos agentes rusos. Logra escapar, pero será perseguida para ser eliminada también.
Los compositores aplican una música de género, con electrónica, que en la primera media hora de película contribuye de modo muy decisivo y destacado a llenar el filme de elementos tóxicos, irrespirables, que generan una impresión de angustia y desolación, hostil también para el espectador. No es tan solo una música para enfatizar la acción o generar un ambiente sino para poner en primer plano de la percepción que el peligro que acecha a la joven protagonista es brutal e inmisericorde, del que la música no parece ofrecer escapatoria. Tras esa media hora brillante, luego se mantiene en patrones más convencionales y usuales, y su efecto dramático se diluye en cierta monotonía y previsibilidad. Aún así, es un esfuerzo estimable.