En un pueblo en donde el tiempo se ha detenido y están aislados del resto de la zona, unos jóvenes usarán sus emociones para sacar al pueblo de su letargo temporal.
Reseña de Gabriel Yong:
Muy alejada de la espectacularidad sinfónica de Sayonara no asa ni yakusoku no hana o kazarô (18), la directora y su nuevo colaborador Masaru Yokoyama logran salir airosos en esta nueva y radical apuesta musical que se centra en aspectos más sutiles de la historia que narran. La música tiene varias facetas, ya que dibuja pinceladas en personajes como la misteriosa Sagami, en otros momentos asume tonos más corales cuando el fanático religioso intenta mantener a flote ese falso mundo donde están los protagonistas, también hay músicas que reflejan estados anímicos por la desesperación del pueblo al descubrir esa falsa realidad y aquellas que evocan los sentimientos entre Masamune y Sagami. Aunque todos están supeditados en ese mundo al sinuoso y fragmentado tema principal que representa a la deidad que intenta curar las fracturas de ese falso mundo y que castiga a cualquier disidencia desapareciéndolos, pero que será vencida cuando Itsumi cruce el túnel hacia la realidad desapareciendo el tema como el humo que lo representa en la película.