Un horticultor trabaja en los jardines de una millonaria, pero cuando ella le impone como aprendiz a su rebelde y problemática sobrina nieta, la nueva situaciónsacará a la luz oscuros secretos de su pasado violento.
Anodina y casi del todo innecesaria creación ambiental electrónica más propia de un local nocturno de copas que de un filme sobre el pecado y la redención, que carga el protagonista sobre sus hombros y sobre el que se carga una música que no dice absolutamente nada, simplemente ambienta el entorno con los recurridos aires tóxicos pero sin vinculación dramática ni por supuesto narrativa con el personaje. El Paul Schrader guionista de Taxi Driver (76) no recuerda lo muchísimo que sumó la música de Herrmann a un personaje relativamente similar como el de este jardinero: aquella música entraba en lo más profundo del cerebro del personaje y desde allí explicaba a la audiencia casi todo lo que este callaba. La música de Hynes ni siquiera roza su piel, y cuando pretende incidir en sentimientos dramáticos lo empeora más pues es una música hueca. Dispuesta para involucrar a los espectadores en el contexto envenenado funciona solo hasta que todo se convierte en más de lo mismo, en rutina, en estancamiento. No es como en First Reformed (17) o en The Card Counter (21), donde el mismo tipo de música sí era adecuada para los entornos exteriores del protagonista: aquí todo gira y se tensiona por lo que acontece en el interior del personaje, pero la música solo contribuye a restar tensión y sumar apatía.