Cinco años atrás, dos niñas desaparecieron en el bosque el mismo día en que su madre fue asesinada. Buscadas incansablemente por su tío, son encontradas y ambas empiezan una nueva vida, pero pronto se evidencia que alguien más sigue queriendo cuidarlas.
El compositor aplica una banda sonora en distintos frentes, que discurren independientemente y que también se fusionan. En primer lugar, el más obvio (no por ello menor), es la música que se destina para atacar al espectador, para asustarle y para generar miedo. Surge imprevistamente, en la forma de golpes súbitos, y se sustancia siempre con temas o fragmentos secundarios. En segundo lugar, música en similar línea pero que no se ocupa de generar impresiones emocionales inmediatas sino de recrear espacios y ambientes también terroríficos, destinados a engrandecer y multiplicar el poder del peligro que amenaza a los personajes. Es esta una música más concreta, abierta, y por momentos es gótica y casi ceremoniosa, lo que ayuda a darle mayor categoría. Finalmente, y es lo mejor de esta creación, un bello y siniestro tema principal, con el que logra explicar lo que de otra manera sería difícilmente explicable: las razones de la bestia. En otras palabras, el compositor humaniza (o mantiene vivo lo que de humano tiene) el monstruo del film, y su enorme carga de aflicción y melancolía es vital para entender su comportamiento desesperado. Este tema principal evoluciona y se transfigura a lo largo del filme, impregnando ocasionalmente a los demás temas, hasta llegar a un explosivo final donde irónicamente se logra que el espectador llegue a empatizar (siquiera momentáneamente) con la monstruosa madre, a la que se arropa con afecto en su desesperación.