Enric Marco fue prisionero en un campo de concentración nazi, o eso decía él. Carismático y convincente, fue presidente de la Asociación Española de Deportados, donde se convirtió en una figura destacada y admirada por su supuesta valentía y sufrimiento. Hasta que un día un historiador descubre que su relato es completamente falso.
Reseña de Javier González:
En un primer contacto con la película, podría sorprender que se haya optado por una banda sonora donde la música electrónica tiene un gran peso, pero no parece fruto del azar. Además de aportar tensión en la vertiente de la historia más cercana al thriller, se imprime al protagonista, utilizando un ritmo y un pulso casi omnipresente, de una extraña determinación para ilustrar su obcecada y absurda huida hacia delante, manteniendo su mentira (o su propia verdad) hasta límites inimaginables. Por supuesto, también hay instrumentos reales, donde el tema principal es interpretado en diferentes versiones a piano o guitarra, instrumentos a priori más indicados para tratar temas dramáticos como la violencia nazi y homenajear a supervivientes y víctimas del holocausto. Es precisamente en este contraste donde radica el gran valor de la partitura: la sonoridad electrónica, que nace desde el impostor protagonista, contamina un lugar que no le pertenece, haciendo que la música suene algo desubicada y fuera de lugar, así como Marco ocupó con sus mentiras un espacio de la memoria histórica al que jamás debería haber pertenecido.