A fines de la década de 1930, un detective inquietante y con mala suerte, es contratado para encontrar al ex amante de una heredera glamorosa.
Lejos, lejísimos de cualquier precedente de banda sonora de cinéma noir, como por citar solo unos ejemplos Chinatown (74) Farewell, My Lovely (75) o The Black Dahlia (06), esta es una creación que pretende crear un amibiente similar sin que ni tan solo el cálido tema principal jazzístico, que es de Jon Batiste, logre aportar nada de mínimo interés. Especialmente cuando el resto, lo de David Holmes, es tan confuso, irrelevante y superficial. La música ni aporta ambiente, ni misterio, ni excitación ni turbación a una película que de todos modos no levanta el vuelo. Es una mera sucesión de temas que, aunque algunos tengan algún interés, no tiene ni fuerza ni brío sino que es apática, sosa, incluso ridícula en algunos de sus clichés.