Una niña une fuerzas con la Reina de Inglaterra y con un gigante bonachón para detener una invasión de malvados gigantes que se preparan para comerse a todos los niños del país.
Tal y como sucedió en War Horse (11) Spielberg y Williams han buscado dotar al film de un color añejo, muy clásico y elegante, que asume la narración complementaria de un modo muy emotivo y sentido, también muy sencillo y eficiente. Pero carece de la solidez, fortaleza e impacto de aquella película. Aquí se estructura en derredor de un evocador y hermoso tema principal, que lo aporta la niña y que luego abarca a su amigo gigante, uniéndolos y sirviendo para expandir su magia a otros personajes. Pero es un tema que en el desarrollo de la película va perdiendo parte de su entidad, por cierta ambiguedad en su uso, que lo desvirtúa, aunque al menos -y no es poco- mantiene su pulso evocador hasta el final. Otros temas son empleados para darle mayor cobertura y frente a ellos están las músicas del peligro de los otros gigantes, más elementales. Es una banda sonora bien estructurada, colorida y elegante, el mejor elemento de este irregular filme.