Usuario: Mikel C.G Siw
Fecha de publicación: 09.10.2018
Este es un mundo diverso. Habrá quienes sueñen con bogavantes cejijuntos y otros que maquillen a las naranjas antes de comérselas. Listos y tontos en el mismo barco. Destinados a convivir los unos con los otros, sorteando los acantilados invisibles que llevan a la muerte y destruyen el espíritu. El misterio está por todas partes; en la felicidad, en la lluvia que riega los bosques, en el bien y en el mal... Cada uno ha de encontrar su propio destino, y más vale elegir bien porque después no hay marcha atrás. Harvey Milk es, en ese sentido, todo un ejemplo de lealtad y coraje; alguien que supo mantenerse fiel a sí mismo y fue siempre coherente con sus pensamientos. Un gran tipo cuya efímera existencia no puede ocultar la trascendencia de su legado, al que esta película rinde su particular y sentido homenaje. Gus Van Sant dirige de manera sensacional, articulando un puzle audiovisual en el que cada pieza tiene un propósito y sirve a un bien mayor. Sean Penn, por su parte, brilla en cada detalle, en cada gesto, y ofrece una interpretación digna de la más absoluta admiración, sencillamente impecable. Contemplar este film supone una experiencia muy especial. Está cargado de significados y de valores esenciales. Me resulta imposible quedarme al margen; necesito implicarme y creer, al igual que Harvey Milk, que las cosas pueden mejorar. Porque si no el mundo acabaría cayendo en manos de los intolerantes y la esperanza desaparecería. Gracias a Dios ese no es aún el caso, pues los pedacitos de bondad que habitan en los corazones de las buenas personas son el mejor revulsivo contra el odio y la maldad. Espero, de veras, no encontrarme jamás con ninguno de vosotros en algún campo de concentración 2.0 para mentes inquietas. Confío en un futuro más luminoso... Danny Elfman, colaborador habitual de este director, compone para la ocasión una música íntima de tono optimista, que ayuda a general un ambiente cálido incluso en las secuencias más trágicas. Es una música plácida que se adhiere a los tonos de la película (azules y blancos, sobre todo) y facilita una mejor comunicación con el espectador, no sólo emocional sino también intelectual. Quizás estructuralmente no es muy sólida y tal vez le falte una mayor definición en cuanto al desarrollo de los diferentes temas, ya que algunos quedan simplemente esbozados sin tiempo para expandirse después. Pequeñas pegas éstas, que le restan al score cierto carácter, aunque en todo caso no enturbian el resultado final de una banda sonora comprometida y eficaz, emotiva cuando debe serlo y transparente en su discurso. Gracias a la partitura de Elfman, el protagonista es más interesante, más cautivador. Ella le arropa y le acompaña, incluso le guía, como si fuera un ángel de la guarda que sacude sus alas en mitad de una tormenta de fuego para protegerle. Y ya al final, cuando Harvey Milk es asesinado, la música se despide poéticamente y cierra el film con unas notas misericordiosas que suponen la constatación de algo que ya estaba claro desde el principio; la gente puede ser maravillosa o muy siniestra. Depende de con quién te topes en la vida. Y aunque a veces la oscuridad no se puede sortear, la ventaja de ser una buena persona es que se muere con la cabeza bien alta.