Crónica de los acontecimientos previos y la batalla de Midway, durante la Segunda Guerra Mundial.
Cualquier recuerdo o evocación al Midway (76) de John Williams solo serviría para ahondar en la herida de tener que recordar que el maestro ya está semiretirado y que cuando algunos quieren imitarle el resultado revela que para no pocos compositores es completamente inimitable.
Esta banda sonora es el vacío, la ausencia, la falta de todo. La película, que es muy vistosa, se sustenta en unos efectos visuales espectaculares, y en unos efectos sonoros que, también espectaculares, hacen más creíbles los primeros. El grueso de la banda sonora de los dos compositores es música que complementa más los efectos sonoros que los visuales, que se aplica más para machacar y agobiar que para explicar o dramatizar. No sería mal propósito, pues no sería la primera vez que sucede, pero mientras los efectos sonoros buscan generar una realidad que sirva de experiencia inmersiva a los espectadores, la música aporta una irrealidad que en no pocas ocasiones molesta y distrae, y finalmente saca de la película. Esta banda sonora no es, ni de lejos, Dunkirk (17), que con sus pros y sus contras sí ayudaba a crear película.
En lo que respecta a la parte dramática y sentimental, que concuerda con la (muy floja) parte dramática y sentimental de los personajes en el filme, la música es básica, previsible y simple. Peor es lo que sucede con la elegía, la música que busca tributar y que se sustancia en un tema principal tan obvio, simple y banal que se concluye que estos son dos compositores a distancias galácticas y siderales del inmenso y eterno Williams.