Serie televisiva. Inspirada en la vida real de un grupo de personajes que luchan por sobrevivir en el brutal East End del Londres victoriano en la década de 1880. Hezekiah Moscow y Alec Munroe, dos mejores amigos recién llegados de Jamaica, se ven inmersos en los bajos fondos del próspero panorama del boxeo a puño limpio de Londres, donde se enfrentarán a Sugar Goodson, un peligroso y veterano boxeador, y formarán alianza con Mary Carr, líder de una banda criminal femenina llamada The Forty Elephants.
Reseña de Javier González
Los trabajos televisivos de Federico Jusid se cuentan por aciertos uno detrás de otro y este no iba a ser una excepción, en esta ocasión con música adicional de su estrecho colaborador Adrian Foulkes. El grueso de la banda sonora es una amalgama de músicas enérgicas y vibrantes, donde hay una perfecta conjunción entre imaginativas percusiones y múltiples instrumentos de cuerda, tales como la zanfoña o la mandola además de los más típicos violines y violas. Tampoco faltan elementos modernos y electrónicos mezclados con la parte acústica, en línea similar al Sherlock Holmes (09) de Hans Zimmer. Todo ello ilustra el ambiente callejero y criminal del Londres victoriano, alternando pasajes y temas gamberros y divertidos con otros más sucios y agresivos.
De todo este grupo de músicas, destaca el fabuloso tema principal, asociado a Mary Carr y su banda de ladronas, que desde los créditos iniciales ya sumerge en el ambiente de bajos fondos con una pegadiza melodía cantada con voces femeninas. También con coros, pero jugando con cierto aire caribeño en la percusión, está el tema de Hezekiah y Alec, que tiene un punto de nobleza del que carece el tema de Mary, que es más canalla. Los coros serán el nexo de unión de ambos personajes protagonistas, Hezekiah y Mary, que compartirán un bello tema de amor con un tono ligeramente fatalista. El antagonista, Sugar Goodson, posee un motivo no melódico, una sonoridad oscura y rasgada con una capa electrónica que lo hace más agresivo y amenazante.
Es muy interesante la presencia de un par de músicas que se desmarcan del sonido predominante en la partitura, dejando al piano como protagonista en primer plano. Lejos de la visceralidad de los temas dedicados a Hezekiah, Mary y Sugar, el piano representa humildad y pureza, como es el caso de la virtuosa Miss Lala, valores que son negados, al menos de momento, al trío protagonista.