Tras un encuentro con un gurú, un hombre descubre que sólo le quedan 1.000 palabras que decir antes de morir.
El compositor aplica una creación que desarrolla en lo sentimental, en lo humorístico y también en lo esotérico. La primera la sustancia en un bello y emotivo tema principal, del que saca buen provecho, y que es una melodía tierna que se refuerza con otras en similar línea. Para lo segundo, temas dinámicos y animados, que aderezan lo humorístico, y que son también solventes. La parte más convencional es la tercera, con música que aporta cierto tono de misterio y enigma, pero con menos interés.