Adaptación de una exitosa novela sobre el misterio de la desaparición de una joven y la investigación que se emprende años después, ya llevada al cine en Män Som Hatar Kvinnor (09).
Hay una tendencia demasiado generalizada (y equivocada) en considerar que la labor del compositor ha de ser la de complacer los oídos de quienes escuchan su música. En el cine, esto no es así: su responsabilidad es atender a las necesidades de la película, explicarla, complementarla, profundizarla o incluso colorearla. En esta creació ambos autores han hecho una apuesta firme y decidida por no sujetarse a las pautas del cine convencional, comercial o de género y firmar una creación poco ortodoxa, valiente y sin duda no del todo fácil de apreciar fuera de su contexto.
No es, sin embargo, una partitura que no responda a métodos tantas veces empleados en el cine y que tan bien funcionan: la estratificación de la música en diferentes niveles dramáticos, cada uno de los cuales asume distintas responsabilidades, y que se complementan entre sí. El primero de esos niveles, y es el más importante, es el de recrear un ambiente irrespirable, que progresivamente se va haciendo más claustrofóbico y falto de oxígeno, en base a una música irritantemente estática, distante y calculadamente fría y falta de emoción. Sobre este ambiente gélido, los compositores insertan un segundo nivel dramático, comparativamente muy débil, y es el de una música de delicada calidez, sí emocional, pero enormente vulnerable, que transmite permanentemente una impresión pesimista y desoladora. Finalmente, un tercer nivel se dedica a las acciones y se le aplica la que es realmente la música menos importante -aunque útil- en la película.
Esta no es una partitura que aporte resoluciones ni explicaciones concretas y racionales. Es una creación de atmósferas y de intuiciones emocionales. Hasta que, ya en su final, y en forma de canción, su concluyen de modo contundente.