Un hombre, cercano a los cuarenta años, está casado con una veinteañera que va a heredar de sus abuelos el fantástico palacete en el que viven. Pero su mejor amigo muere y sus referencias vitales se desequilibran.
La perspectiva que adopta el compositor en esta película es una mirada fría y distante con respecto al drama que sufre el protagonista, no implicándose en sus desdichas, lo que contribuye a fomentar su sensación de desesperada soledad con relación al entorno que le rodea. La música rehúye de un tema melódico que resulte identificable y se apoya, por el contrario, en cierta indefinición que ayuda a dotar de turbulencia al personaje central. Se incluye, junto con otras bandas sonoras, en el recopilatorio Bernardo Bonezzi. Música para las películas de Rafael Moleón (97).