Poderosa creación de género que evoca las músicas con las que tanto se significara Pino Donaggio en el cine de Brian De Palma, tanto en lo que se refiere al empleo de la música como elemento acosador del protagonista (y espectador) como su magnificación (en intensidad y contundencia) para darle al filme un tono de épica trascendencia, y también por aportar un contrapunto dramático que sirve de apoyo al personaje al que la misma música castiga.

Su notable tema principal, presentado al inicio del filme, es refinado, elegante y también perverso, características que explican las atribuciones (poder, sofisticación, inmisericordia) de aquello que representa, y que se desvelará al final de la película. Es la música del enemigo, omnipresente en el devenir del protagonista, y una permanente losa que funciona al modo de la música de Alexandre Desplat en The Ghost Writer (10), por ejemplo, donde finalmente el espectador percibe -vía la insistencia- en que aquello a que se ha de enfrentar el protagonista se fisicaliza en ese tema musical.

Este tema principal es el eje vertebrador y su respuesta es un tema central sentimental que abarca al protagonista y su esposa, y que es comparativamente más débil. Su recorrido en el filme es, en sí, dificultoso por la presencia de temas secundarios aliados del principal, que apenas dejan espacio para que respire la melodía... y tampoco los personajes y los espectadores, generando una progresiva claustrofobia en la que los toques elegantes del siniestro tema principal generan mayor sensación de peligro.

Hay un tercer vector, aquí muy innecesario, y es el expiatorio, con música coral sacada de la serie Isabel (12) y que introduce un elemento que por su falta de desarrollo acaba impostado, parcheado y no aporta otra cosa que la obstaculización y la sobrecarga de música a un filme que de todos modos respira y late gracias a la música.