Dos cómicos triunfan en la España de los setenta con un repertorio de bromas limitado, pero con el que alcanzan enorme éxito en televisión. El triunfo que tienen es tan elevado como el odio que se profesan, un odio alimentado por la evidia, los celos y la paranoia por carecer de las cualidades contrarias.
Espectacular e intensa partitura que recarga aún más lo que, de por sí, ya es exagerado, de modo que no sólo juega con el contraste con la imagen, sino que participa activamente en esas locuras, como si la banda sonora quisiera llegar todavía más lejos que los personajes. La desmesura en los acontecimientos y lo patético de los protagonistas hacen de este título un grotesco sainete semejante a una astracanada, en el que la música ha sido escrita en base a la gran orquestación, con contundentes metales y vibrantes cuerdas, que sigue el modelo de musicación norteamericana tan característico en las escenas de persecuciones o de acción, pero que en su servicio no hace sino remarcar el carácter burlesco, por el contraste que se da entre la impetuosa velocidad de la ejecución melódica y el desarrollo de la acción de los personajes, mucho más ralentizado.