Los orígenes de Napoleón Bonaparte y su veloz e implacable ascenso al trono, a través del enfoque de su cautivadora e inestable relación con su esposa y único amor verdadero, Josefina.
Falta por saber si la película íntegra de cuatro horas además de añadir nueva música mantendrá en sus lugares la expuesta en la versión acortada: cabe la posibilidad de que la versión completa tenga una banda sonora diferente en forma y estructura y que lo estrenado en cine sea un remiendo para salir del paso.
Sería lo deseable, porque en las dos horas y media de película hay mucha música pero muy escaso interés en todo aquello que pretende aportar. La banda sonora es un conglomerado atropellado de temas, originales y preexistentes, que parchean escenas sin otra función que la de hacerlas más presentables. El tema Dawn, de Dario Marianelli para Pride & Prejudice (05), por ejemplo, se vincula incialmente a Napoleón y Josefina y aparece con ellos en sus primeras entrevistas, pero no llevará a nada, absolutamente a nada, como a nada lleva ninguna de las músicas no diegéticas y no ambientales, pues las que sí lo son cumplen con el realismo escénico y con el contexto y de ellas nada más se exige.
La música narrativa es inexistente, pero este tipo de música no es necesariamente imprescindible; sí lo es aquella con propósitos dramatúrgicos, que es la que pretende crear un cuadro, un estado de ánimo, aportar una perspectiva: Martin Phipps hace lo que puede por poner oscuridad y lugubridad en algunos momentos, especialmente en las batallas, pero también en Napoleón... pero si no es por un deficiente montaje sonoro como en la batalla de Austerlitz, donde los efectos sonoros no permiten a la música transmitir bien lo que quiere expresar (en la memoria, aquella fabulosa secuencia del Ran de Kurosawa), lo es porque el director parece haberse quedado satisfecho con los temp tracks que él o su montador debieron poner antes de que el compositor entrara en el filme y a Phipps no le han dado ocasión de entrar en los personajes, de darles más profundidad emocional y psicológica, de elevar los conflictos bélicos a un nivel de relevancia y trascendencia y, en definitiva, a hacer más película con la música. No hay arco dramático ni evolución y, como consecuencia, la mucha música que hay crea un gran vacío, especialmente en los dos personajes principales. ¿Tendra la versión íntegra otra banda sonora? Cuando la veamos, la comentaremos.