Usuario: Mikel C.G Siw
Fecha de publicación: 27.11.2010
De todos los lugares del universo, hoy haremos escala en… ¿el infierno? Peor aún, nenes; la Europa nazi! El mundo es un lugar de contrastes, ¿no creéis?… Y es que, el contraste en sí, siempre es sublime. Puede emocionar más o menos, pero es bellísimo. Alguien estará sonriendo ahora mismo, pero también alguien –ahora mismo- las estará pasando putas de verdad; y esto es sólo un ejemplo superficial de algo que podríamos aplicar prácticamente a todo, hasta llegar a Dios; fuerza perenne de contraste ilimitado… “SAVING PRIVATE RYAN”, por ejemplo, suprime casi por completo esa discordancia emocional entre el entorno y la narración. En cambio, “THE BOY IN THE STRIPED PYJAMAS” no, más bien lo ensalza. Hanks y su equipo recorren parajes bellos, por supuesto, pero no se realzan sus bondades en aras de buscar un realismo absoluto. Sin embargo, en esta historia de los dos niños, creo que el continuo contraste es una de las claves para hacer del film y su música algo muy sentido; que hiere de verdad por hermosura y a la vez por desánimo… Ese brillante comienzo, tanto visual como musical, refleja esto perfectamente; precioso el lugar, los críos juegan con júbilo… y sin embargo estamos en guerra! El temazo de Horner “Boys playing airplanes” se implica en el concepto hasta el extremo. Oh! Cuanta belleza acongojada, cuanto misticismo envuelto en ternura… Ahí empecé a llorar a chorros en el cine, y creo que ya no paré hasta el final. “Exploring the Forest”, por citar solo otro ejemplo; nos vuelve a arropar con esa delicadeza que se quiebra por suspiros, en una secuencia igual de… ¿celestial? Joder que sí! Aquí el contraste está presente otra vez; con ese contrapicado prácticamente vertical que nos muestra las hojas de los árboles, y la luz del grandioso Sol. El niño avanza como si estuviera en un sueño; todo es mágico, aunque tras la magia esté el dolor en este caso… Como espectadores (por ejemplo, en el segundo visionado de la peli) a veces nos sobreviene una sensación muy especial, que en mi caso está casi siempre ligada a ese contraste redentor presente en grandes obras de cine y scores… Es el caso de estos dos niños, por ejemplo. Saber lo que les va a suceder cambia las cosas, nos da una perspectiva más cercana a lo divino. Ese paseo por el bosque, u otras muchas secuencias, se convierten así en una exposición poética de algo tan jodido como el holocausto. Pobre Bruno, piensa Horner y pensamos nosotros… ¿Quién le iba a decir que la muerte está a punto de llamarle? Aunque eso para él, que no sabe lo que sucederá al instante siguiente (como cualquier humano en la vida real) no es problema. Por esa razón, que el score sea tan sublime, tan demoledor, se debe al contraste!! Claro que esta es mi opinión personal; desde un punto de vista más objetivo, es obvio que Horner vuelve a referenciarse a sí mismo en algunos tramos, como el sempiterno “parabara” presente en “The Funeral”. Momento bochornoso para algunos aficionados quizás, pero tened en cuanta que todo el que no degusta bsos (prácticamente el 99% de nuestros congéneres) ni se dará cuenta. Para ellos corresponderá bien al suspense de la escena, y punto. Pues eso, jaja, me despido aquí, nen@s. Y recordad, en pocas –poquísimas- ocasiones veremos a Dios tan claro como en el contraste.