La angustiante experiencia de una pediatra traumatizada tras la pérdida de un hijo por muerte súbita y que, al irse a vivir a una casa de campo, sufre visiones inexplicables cuya respuesta está oculta en unos viejos y escondidos “No-Dos” realizados durante los años 40, que implican a la curia eclesiástica.
Esmerada creación musical que se ejecuta en derredor de dos niveles dramáticos que no sustenta tanto en la dualidad terror/valor u opresión/liberación como en el enfrentamiento entre poder y sumisión, o de alguna manera también entre fortaleza y debilidad. En este contraste, en esta lucha entre ambos bandos musicales por el dominio del espacio dramático de la película, es donde el compositor se muestra más eficiente.
Ambos niveles dramáticos son tan opuestos musicalmente que, ya desde que aparecen planteados como tales, hace que sea imposible su coexistencia, lo que redunda en una imperiosa necesidad de que uno u otro se imponga, venza y pulverice al contrario. Eso, en la lógica narrativa de la música, multiplica por varios enteros la tensión, la angustia y la necesidad –en el espectador- de una resolución que, obviamente, no se produce hasta el final de la película. Sucede que las músicas que el compositor aplica en lo que concierne a la protagonista son explícitas y obvias, pero también débiles, en tanto que las contrarias son imponentes, fuertes y hasta arrogantes, pero además también cautamente ambigüas. En el combate, claro, las primeras tienen todas las de perder.
El tono melancólico, dramático y dolorido de las músicas de la protagonista –con un tema central y varios secundarios de refuerzo- resultaría hasta insignificante de no mediar su contraste con la arrolladora fuerza de los temas del mal, porque es en la comparación donde alcanza su mayor significación. Y estas músicas negativas son, sin duda, la mejor aportación del compositor a la película: temas corales, de tono religioso pero bien poco piadoso, donde las voces graves redoblan la a priori imbatible autoridad de una serie de temas –con un tema principal y también varios secundarios de refuerzo- que, en realidad, no son utilizados tanto para clarificar aquello a lo que se enfrenta la protagonista como para impregnar el filme de una espesa niebla en la que el espectador no tiene muy claro qué es lo que se va a encontrar en la resolución final.