Nueva versión del clásico de terror sobre el enigmático y lascivo Nosferatu y su la obsesión por una atormentada joven, lo que deja un espantoso rastro a su paso.
Esta es una creación de luces y de sombras, de dolor y de redención, de lujuria y también de amor, que se aplica y desarrolla en estrecha combinación y sinergia con los efectos sonoros -magníficos- hasta que, ya en la parte final del filme, ocupa un espacio propio y singular para expandirse y elevar la película a un gran nivel de trascendencia dramática. Hecha con orquesta sinfónica, voces y coros, electrónica, músicas étnicas rumanas e instrumentos exóticos, se aplica para recrear un entorno de presión y opresión tanto ambiental como especialmente dramático, sobre los personajes humanos, a la par que incide en la tristeza y devastación por el trágico destino al que están condenados.
Von Franz tiene también música asignada, críptica, que le muestra como un personaje difícil de comprender y de reconocer. La música de Orlok (Nosferatu) es de una sutileza y exquisitez extraordinaria, terrorífica y visceral, despiadada y muy obsesiva, que se enfrenta al delicado tema de amor de Thomas y Ellen, pero ante el que finalmente sucumbe en el imponente final con una exultante combinación y fusión de ambos temas. El sacrificio de Ellen y la muerte de Orlok es el momento cumbre de la música y el punto de llegada de un viaje lleno de inquietudes y tormentos, de amores y deseos, de obsesiones y depravación mostrada diáfanamente desde la banda sonora.