Cinco años después del fin de la Guerra Civil estadounidense, un capitán viaja de ciudad en ciudad narrando noticias, hablando de presidentes y reinas, de luchas gloriosas, devastadoras catástrofes y apasionantes aventuras que tienen lugar en cualquier rincón del mundo. Un día conoce una niña secuestrada seis años atrás por la tribu Kiowa, y que durante ese tiempo fue educada como uno de ellos.
El compositor firma una hermosa creación, elegante y exquisita, que se aplica tanto para el entorno geográfico y orgánico (música ambiental con folk) como para generar un aura de tristeza y melancolía alrededor de los protagonistas y de los personajes con los que se encuentran, un tono que le va muy bien a las dos almas perdidas que vagan por un mundo de pesimismo y violencia, y que es música para la dramaturgia pero que no es ni pretende ser narrativa. Mientras el personaje de Tom Hanks es arropado con música que expresa bondad y también fragilidad y soledad, a la niña se le asigna otra que enfatiza el misterio y enigma y su vinculación con los amerindios. Ambos son enfoques íntimos, austeros, que salvo en momentos determinantes nunca se posicionan en primer plano de percepción sino en otro que es sutil, en la retaguardia y no explícito. Contrasta con las músicas para el entorno del western, amplias y sólidas, también en aquellas que se aplican para los peligros. A pesar de la definición de los temas -especialmente el principal- y los distintos estilos empleados, se busca y consigue mantener una sólida unidad de criterio en la que todos ellos se retroalimentan hasta llegar a un espléndido final.