Una familia que lucha con la pérdida se encuentra a merced de un antiguo demonio que intenta destruirlos desde adentro.
Esta es otra de las grandes creaciones del compositor para el terror, género en el que reina con voz propia y un alto sentido del refinamiento y del valor por la música. Es musicalmente dual, con músicas para el horror frente a un tema con canto infantil, lamentativo, para el amor. Es una lucha desigual en el que las músicas del mal son extraordinariamente sofisticadas y perversas, retorcidas y hostiles, con la integración de voces y sonidos guturales, en tanto la melodía infantil tiene un tono de pureza y transparencia casi cristalina. En la película lo hebraico es de mucha importancia pero incomprensiblemente eso no se traslada a la música, lo que hace que la música sea más genérica y menos inmersiva de lo que pudiera. Aún así, pese a las carencias del propio filme y de una cierta falta de sinergia entre la música y el resto del filme, es un trabajo de mucho interés.