Documental sobre la historia de la muerte de Francisco de Goya y Lucientes, fallecido durante su exilio francés en 1828, y el misterio de la desaparición de su cabeza.
Este es un documental atípico con la forma de un doble relato con dos narraciones paralelas: la literaria (voz en off de Féodor Atkine, a su vez voz del guionista y director) y la musical, también a su vez voz del guionista y director. Son dos explicaciones que van a la par y se complementan funcionando la literaria más como crónica de los hechos y la musical marcando la perspectiva dramática que, aquí, mantiene estable un tono oscuro, sinestro, a ratos terrorífico y en otros de desolación.
La música del compositor es dura, densa, en buena parte atonal que se dispone para llevar al relato y a los espectadores un espacio de sombras, territorio donde es enormemente expresiva, sofisticada e incluso hiriente (pero sobre todas las cosas herida) y también incómoda: ¡se está hablando de un cadáver mutilado!. Logra así con creces el gran propósito no solo de ficcionar el documental sino de meter al espectador en el contexto, hacerle sentir parte de él. Es un buen ejercicio de hipnosis (el arpa y las flautas tienen un extraño y no poco perverso efecto seductor) que convierte el visionado de este documental en una experiencia inmersiva. El problema al que se enfrenta es que el relato verbal es claro y comprensible mientras que el musical es comparativamente muy complejo, lo que le lleva a un punto de cierta saturación donde pierde parte de su expresividad. Quizás si se hubieran sacrificado algunas escenas aplicando músicas más ligeras, de tránsito, se hubiera beneficiado más aquellas más importantes. Aunque no daña el conjunto de una creación sumamente intersante, sí la hace imperfecta.