Un hombre trabaja en un garaje y complementa su mísero sueldo vendiendo marihuana. Un abogado aficionado a las aves e incapaz de conducir por un accidente del pasado le contrata para que lo lleve a la Costa Brava a ver a unas grullas. Al llegar, el abogado le cuenta que las aves han variado su rumbo migratorio y van a anidar en Constanza, Rumanía, dando inicio a un viaje que les llevará a conocerse mejor y redescubrirse a sí mismos.
Reseña de Javier González:
En su segundo trabajo para el cine, Magalí Datzira (que aparece cantando en un breve cameo), ofrece una creación musical apacible y melancólica, con destacado uso del bandoneón, para describir el viaje geográfico entre Valencia y Rumanía de dos personajes, que como toda road movie, acabarán también experimentando un necesario viaje interior. El comienzo de la película está dominado por un tema ligeramente cómico para ilustrar el principio de su periplo. Es amable y cálido, con las cuerdas y el clarinete arropando a los personajes; una música externa a ellos que les otorga cierto patetismo, pero exenta de dramatismo. Este tema pierde paulatinamente su relevancia para dar espacio a otras músicas. Por un lado, diversos temas secundarios para acompañar las vicisitudes del viaje, como un tema jazzístico para la noche de excesos y marihuana en Torino u otro tema algo más pesimista para las dificultades de los protagonistas a su paso por las fronteras de Hungría y Rumanía. Mayor importancia tienen otros dos temas, vinculados a cada uno de los protagonistas masculinos y a las mujeres que ambos aman.
El tema de Mario y Olimpia, su ex pareja, es el verdadero tema principal de la cinta y el más logrado a nivel narrativo. Suena por primera vez cuando Mario está escuchando en su móvil un audio de hace 10 años, donde Olimpia tararea una breve pero preciosa melodía en forma de vals. Esta será la música que impulse a Mario y que acabará acaparando el espacio sonoro de la parte final de la aventura, a medida que Olimpia está cada vez más cerca, cuando los protagonistas se han despojado de sus diferencias y realizan el último tramo del camino hasta el Danubio y la región rumana de Nazarcea. El broche de este viaje musical es un emotivo y desolador solo de bandoneón durante el encuentro final de Mario y Olimpia.
Colombo es chabacano y de toscos modales, pero romántico y enamoradizo. La música incidental no hace alusión expresa al hecho de que el personaje es músico y toca la armónica (lo hace un par de veces de forma diegética en la película). Para su fugaz e intenso enamoramiento de Elisabetta en Italia, la compositora dedica el tema más romántico de la cinta. Suena un par de veces ofreciendo un interesante y efectivo contraste, primero en una versión cantada en francés (más coherente hubiera sido en italiano) durante un idílico baño en la playa, momento de felicidad y libertad plena para Colombo; más tarde en una triste y casi agonizante variación a piano. Cuando el tema parecía olvidado, reaparece para cerrar la película en la poética escena final, con Colombo admirando emocionado la belleza de una grulla. Para este momento, hubiera sido redonda una versión interpretada con la armónica, dejando claro el punto de vista de Colombo utilizando su instrumento. Quizás este tema de amor había sido en todo momento una proyección de sus sentimientos hacia la vida y la belleza, ya sea de la magnífica Elisabetta o de una elegante grulla junto al mar.