A un militar se le encomienda la tarea de montar un burdel en plena selva amazónica para así poder tener a la tropa contenta. Pondrá todo su empeño y su disciplina en la tarea.
Bajo la apariencia de seriedad y solemnidad que dan los redobles y el tono marcial en el comienzo de esta partitura, se evidencia el propósito del compositor de fomentar lo grotesco y absurdo tanto de la orden encomendada al protagonista como de su afán en cumplirla.
El compositor, lejos de subrayar melódicamente lo obvio, hace hincapié en el contraste entre las situaciones reales del filme y lo bufonesco de las mismas, de tal modo que la reposada formalidad de toda la banda sonora (que incluye un apacible tratamiento de música étnica) es la respuesta más inteligente a la exasperante frialdad metódica de la que hace gala el personaje central, a quien acompaña en todo momento sin contradecirlo y sin cometer el error de posicionarse en su contra.