Adaptación de la novela de Juan Rulfo sobre sueños, deseos y recuerdos, en un mundo de fantasmas dominado por la figura de Pedro Páramo, amante, señor, asesino.
El compositor aplica una creación que se ajusta al tono y color del filme, que es oscuro, denso e impregnado de pesimismo y tristeza. La suya es pues una música que se ubica en esos terrenos, con escasos momentos luminosos, que aparecen tan pronto como desaparecen. Pero aunque ciertamente no había margen para lo reconfortante y agradable -y no se esperaba tampoco- sí lo había para un desarrollo en lugar de un estancamiento, y para crear un arco dramático que explicara el contenido de la maldad y el odio pero que acaba por ser un arco superficial, ajustado a lo esencial pero carente de profundidad.