Un joven británico y una chica argentina residen en Bilbao. Ambos viven sumidos en el desaliento y la tristeza y buscan el modo de encontrar una salida.
Este filme relata historias que hablan de pasado, de presente y de anhelo de futuro, y paralelamente el guion musical se desarrolla en los terrenos del desconcierto y el dolor, la búsqueda de redención y la salvación, uniendo a los dos personajes: el joven homosexual británico y la chica argentina a la que da clases de inglés que ha perdido a su marido tras un accidente de coche y que intenta por todos los medios salir de la depresión.
Esta es una hermosa, honesta y lúcida creación musical que el compositor mantiene en un ámbito íntimo, austero, más de tuétano que de piel, hasta que finalmente lo revierte. Arranca en créditos iniciales y en las primeras escenas con un tono sombrío, de turbación, que se aplica en principio al británico y que incluye una triste y maternal voz femenina que expone mucho más su soledad y fragilidad; la aparición de la joven argentina abre las puertas a una música más melódica y sentimental, también de turbación, pero pronto se constata que no son músicas que se correspondan con quienes las aportan sino que son como piezas de puzzle que a lo largo del metraje se van uniendo y con ello fusionan a los dos personajes en un desconcierto común, un dolor compartido y finalmente una salvación hermanada.
Desde ese principio turbador hasta ese final emotivo y abierto hay un gran recorrido musical y un arco dramático que el compositor intenta mantener equilibradamente, aunque algunos excesos de presencia musical no del todo necesaria (por reiterativa), unido a otros problemas del resto del filme hacen que resulte en momentos algo aparatoso. Pero aún así fluye adecuadamente y llega a un desenlace hermoso y poético, un final de viaje musical que muestra que sí hay posible vida tras la muerte.