En 1936, en un pueblo del desierto mexicano, el cierre de su mina supone la cancelación de la ruta del ferrocarril, única vía de comunicación con la civilización. Un joven mecánico tendrá que elegir entre cruzar la frontera Norte o ayudar al pueblo con el plan más descabellado: construir su propio tren de vapor.
El compositor firma una banda sonora sinfónica de bellísimo tema principal que impulsa la acción y la emoción de la película y que integra sutilmente una onomatopeya musical del movimiento de una locomotora de vapor. Es un tema empático, optimista, que se reitera en distintos pasajes marcando y liderando la ruta de una vía por donde también aparecen otros temas para las acciones y lo ambiental. Destacan las músicas para la aridez del entorno, del desierto, también con onomatopeya musical incluida, aquí de serpientes, así como músicas étnicas, tribales. También hay momentos para lo dramático, de menor interés por ser más superficiales, y aunque en su conjunto es un recorrido musical que se estanca algo por la reiteración de lo mismo, la solvencia y el poder de su tema principal hacen que se llegue a un intensamente emotivo destino.