Una mujer creyente, que sobrevivió a una posesión demoníaca, lucha para evitar que el Diablo se apodere de las almas de otra personas.
En la recreación de lo demoníaco y lo terrorífico, el compositor aplica melodías ambientales obtenidas del empleo del sintetizador y de la orquesta sinfónica. Consigue otorgar al filme un tono opresivo, decadente y fatalista, en el que la aplicación de coros incrementa la sensación de desazón. Lo contrasta con una parte más lírica y hermosa, que apoya el anhelo de la protagonista en su lucha contra el mal.