Precuela de Predator (87), ambientada en el Siglo XVIII en la Nación Comanche. Una joven guerrera se enfrenta a un depredador alienígena.
Es probable que la experiencia de Sarah Schachner en el campo de los videojuegos haya sido determinante para su elección como compositora, pues esta es una banda sonora que se acerca bastante a las bandas sonoras de videojuegos, básicamente por la inmediatez de la música en relación con la acción y por su carácter inmersivo. Las instrumentaciones étnicas y tribales son el obvio recurso para la ambientación y el contexto, tanto geográfico como temporal, y sirven tanto para el énfasis de la acción, para generar tensión como para lo lírico y sentimental. Aunque hay algunos rastros de uno de los temas de Alan Silvestri para Predator (87), se perciben en un estado bastante germinal e incluso deformado, con un motivo siniestro para el Feral Predator, cuya música transmite con efectismo su peligro y poder, pero también evidencia que es primerizo, sin la sofisticación ni inteligencia que tendrá el Predator futuro. Por su parte, la protagonista tiene para sí una melodía que infunde calma y nobleza pero también fortaleza y valentía, pero ambas músicas (bastante presentes en el filme) no llegan a enfrentarse al nivel de intensidad en que lo hacen los personajes y, no haciéndolo, resta tensión -aunque no frenesí- al conjunto, que podría haber quedado más elevado y épico. Aún así, es un trabajo competente.