Un norteamericano descubre a una cantante neozelandesa y comienza a obsesionarse con ella.
El compositor aplica una refinada, elegante y en varios momentos exquisita banda sonora que fluye entre una amarga melancolía y un moderado optimismo y vitalismo, con un muy bello tema principal y variedad en temas. Es brillante en su tono desolador, que funciona casi como réquiem, pero que sabe transformar hacia una luminosidad de un modo natural, sin quiebros, llegando a un final muy relajado y liberador.