En este filme que es poderoso y que mantiene en todo momento su intensidad dramática, la música participa en un doble rol: es la de los acontecimientos -y sufrimientos- a la vez que la de la observación y narración sobre esos acontecimientos (y sufrimientos). Hay músicas para explicar la tragedia desde la perspectiva de sus víctimas -la familia protagonista- y músicas para mostrarla desde una perspectiva externa, a modo casi operístico, muy enfático, como si se tratara de una orquesta dispuesta en un foso presta para ir pautando varios de sus momentos. Es un modo de hacer que es antiguo pero que se ajusta realmente bien a la idea de mostrar los sucesos como algo antiguo, del pasado, hiperbolizado.

Toda la música es de gran prestancia y categoría, tanto la religiosa como la no religiosa, funciona muy bien mostrándose inicialmente fragmentada, rota (como queda la familia tras el secuestro) y alcanza momentos sublimes, que contribuyen de modo decisivo a elevar el resto de la película a un nivel superior.