En el año 2045 a un joven le gusta evadirse del sombrío mundo real a través de una realidad virtual llamada "Oasis". Un día, su excéntrico y multimillonario creador muere, pero antes ofrece su fortuna y el destino de su empresa al ganador de una elaborada búsqueda del tesoro a través de los rincones más inhóspitos de su creación.
El compositor aplica una poderosa creación sinfónica que inicialmente comparte el espacio del filme con canciones ambientales, ochenteras, que se aplican para la ambientación del entorno real en el que vive el protagonista y también para acompañarle en su diversión. Cuando la aventura trascendente comienza, y con ella el peligro, entonces Silvestri toma el control dramático de la banda sonora, con una música que evoca (deliberadamente) aquellas con las que se significó en los ochenta, particularmente Back to the Future (85), cuyo espíritu está presente en el conjunto de una obra que no es narrativa ni pretende serlo, sino que marca, enfatiza y vigoriza los acontecimientos según se suceden. Hay un tema principal genérico, más para la aventura que para el protagonista, pero la intención dominante es la de fomentar la impresión de caótico frenesí, y de evitar dotar al protagonista de un aire heroico, poniéndolo así en más dificultades. Le dedica, eso sí, música sentimental para resaltar la bondad de su carácter y la nobleza de sus intenciones. La ausencia de Williams no solo no es dañina -salvo para los acérrimos, e injustificadamente- sino que esta ha sido una oportunidad que el compositor venía mereciendo desde hace más de 20 años. Porque su música y su estilo clásico deja en evidencia las carencias de tantos compositores industriales que trabajan en la actualidad.