Secuela de Mary Poppins (64), en la que la niñera vuelve para ayudar a la siguiente generación de la familia Banks a encontrar la alegría y la magia que faltan en sus vidas cuando sobre ellos pende una amenaza de deshaucio.
¿Puede un musical hacer Historia sin una canción recordable? La Mary Poppins de 1964 estaba llena de ellas, y además memorables (Chim Chim Cheree, Super-cali-fragil-istic-expi-ali-docious o la radiante Feed the Birds) Todas no solo hacían únicas las escenas donde se cantaban sino que implicaban al espectador, lo metían en la magia: era el gran poder de la música de los hermanos Sherman. Aquí, las mejores partes, y las más emotivas, son aquellas donde se recupera la música del film con Julie Andrews (A Spoon Full of Sugar) En lo demás, Marc Shaiman hace un esfuerzo muy considerable pero sin alcanzar el nivel. Las suyas no son malas canciones, en absoluto, pero hay un gran desequilibro entre ellas: las hay notables como Lovely London Sky, Can You Imagine That? o Trip a Little Light Fantastic, que llevan la esencia de lo que es un gran musical, y también canciones poco significativas en números musicales de poca magia (el vodevil o la escena con Meryl Streep)
Como musical no hay un continuum que permita participar en un festín, y a ratos baja considerablemente su nivel, pero no solo es cuestión de las canciones, ya que se unen otros factores que no están en la música sino en el resto de la película: ni Emily Blunt canta como Julie Andrews, ni el personaje es tan magnético, y la magia que aporta es, bien mirado, realmente poca (nunca un bolso mítico fue tan desaprovechado!!!) y finalmente hay un desequilibro grande, donde lo visual -con escenas espectaculares- es más imponente que lo musical, que a veces acaba yendo a la zaga. Las partes instrumentales son, eso sí, realmente notables en su aplicación en el resto de la película.