Abdul Karim se convirtió en siervo de la reina Victoria en el año 1887, su secretario personal y confidente durante los últimos años de vida de la reina.
El compositor firma una agradable y muy amable creación donde fusiona su conocido estilo con la música étnica, con variedad en temas cálidos y empáticos que aportan un colorido toque exótico. Naturalmente, cada uno de los temas musicales está exquisitamente elaborado, pero esta es una banda sonora dispersa que no es ni explicativa ni narrativa, sino ambiental y gondolera, y que allá donde pretende hacer alguna aportación dramática es donde menos interés muestra. Bonita música, pero poco más.