Cuando uno de sus alumnos es sospechoso de robo, una profesora decide llegar al fondo del asunto, pero se enfrenta a las implacables estructuras del sistema escolar.
Reseña de Javier González:
La primera clase de la protagonista con sus alumnos es clave para entender el funcionamiento de la música en el resto de la película y toda una declaración de intenciones, ya que Carla es presentada como si fuera una directora de orquesta, con el típico sonido de los instrumentos afinando mientras ella entra en clase y, mirando a los estudiantes, levanta las manos y gestualiza como intentando dar comienzo a un concierto. Además, la profesora se ayuda de una breve canción o juego de palmadas para saludar al comienzo del día y establecer una comunicación con los chicos, acentuando esta idea de la educadora como una directora de orquesta que utiliza la música como herramienta y que debe conseguir que la clase esté armonizada y todo funcione como una orquesta. Sin embargo, la difícil problemática que sufre la profesora, hace que la música incidental sea indomable para ella. El compositor consigue trasladar esta sensación de descontrol aplicando una refinada creación camerística con instrumentos de cuerda, principalmente dos cellos y un violín que aparece puntualmente para generar una presión martilleante, cortante y que eleva la presión y la tensión. La música llega a estallar en un par de escenas con una música explosiva e imprevisible, que aumenta la sensación de caos y la incapacidad de la profesora para educar a los chavales y controlar la situación. Frente a las incansables cuerdas, hay también breves aportaciones del piano para describir la sensación de soledad de Carla, aunque esto es lo menos interesante de toda la partitura. La última escena de la película, así como los créditos, son narrados musicalmente con la obertura de Felix Mendelssohn para El sueño de una noche de verano, consiguiendo una liberación de la tensión acumulada durante toda la película y ese ansiado y trabajado triunfo final de Carla con la orquesta a pleno rendimiento y en perfecta armonía.