Un estudiante de la Universidad de Oxford se ve envuelto en el mundo de un compañero de clase encantador y aristocrático, que lo invita a la extensa finca de su excéntrica familia para pasar un verano inolvidable.
(contiene spoilers)
Buena parte de la música de esta película procede de Oliver, el protagonista, que se explica y es explicado a través de tres temas: dos propios y uno del que se apropia. Junto a estos tres temas hay músicas ambientales y para contextos puntuales, como la majestuosa música con aires de Haendel que acompaña al personaje a su llegada a la Universidad de Oxford, al principio del filme. Asimismo hay uso de músicas con sintetizador para generar entornos tóxicos, enrarecidos, perturbadores: el sintetizador es empleado de modo independiente pero también incrustado en algunos momentos en los temas de Oliver.
Oliver es un arribista, sin escrúpulos y depravado, y tal y como él mismo expone en la parte final, capaz de amar y de odiar a las mismas personas, según le convenga. Su tema más personal es el que expone sus razones: es una música íntima, sentimental, que muestra su fragilidad y necesidades emocionales y de aceptación. Es un tema que podría derivar en lo mejor pero que acaba representando lo peor, cuando exultante y arrogante se muestra victorioso en la gran secuencia de flash forward donde se detallan sus maquinaciones y donde, con alegría y celebración, asesina a la última superviviente de la famila, Elspeth. Un segundo tema es el de su deseo y lujuria, plasmado en una música perturbadora e insana hecha con violonchello y sintetizador, que suena en tres ocasiones. Finalmente está el tema de Saltburn, la mansión, que es un lugar a la vez que una ambición: se presenta a su llegada en la forma de una música hermosa, elegante, con prestacia... pero paulatinamente Oliver se apropia de ella y el tema suena en sus acciones y sus maquinaciones, degenerándola, contaminándola y finalmente destruyéndola. Finalmente, Saltburn dejará de existir porque Saltburn acaba siendo él y el tema musical de él, que es lo que Oliver ha estado preparando desde que vio su oportunidad.
Esta espléndida idea está evidenciada en la estructura dramatúrgica y narrativa de la banda sonora, pero se malogra por una deficiente arquitectura: los temas son musicalmente inconcretos, confusos, dispersos y quedan difuminados por desaprovechamientos. El tema de su lujuria, por ejemplo, no conduce a nada y finalmente su presencia es anecdótica. El tema de Oliver, que es el principal, no tiene un desarrollo clarificador y apenas es percibido en momentos importantes y en otros momentos importantes ni siquiera es empleado. Su arco dramático, desde que aparece por vez primera hasta su eclosión perversamente triunfante es imperceptible. Sucede lo mismo con el tema de Saltburn, que carece de la entidad que necesita para evidenciar lo que pretende representar. De este modo, las músicas están pero no elevan ni al personaje ni al resto de la película y, en consecuencia, no ayudan a que la audiencia comprenda lo que se quiere hacer comprender del personaje protagonista.