Durante la década de los sesenta, una familia de campesinos vive miserablemente en un cortijo extremeño, en una vida de renuncia, sacrificio y y obediencia.
Una de las bandas sonoras más significativas de la década de los ochenta, el compositor recreó el entorno rural con música agreste, primaria, donde hizo uso destacado de un instrumento de cuerda muy básico, el rabel, con el que aportó una sonoridad desgarrada que ayudó a la inmersión de la audiencia.