Un viejo actor de películas de serie B norteamericanas vive retirado en una finca en medio del campo. Una mañana, practicando la caza, lastima por accidente a dos chicas y las lleva a su finca para auxiliarlas, pero estas chicas forman parte de una banda que planea saquarle. Sin prever las fatales consecuencias.
Para entender la dimensión de esta creación musical hay que comprender lo que es la propia película, que no es una película de género al uso, de las que habitualmente llegan a las pantallas, sino una película hecha con mentalidad VHS que lleva una banda sonora VHS. El director, con la aparente excusa de rendir homenaje a aquellas películas de Serie B de los setenta de las que se han alimentado cineastas como Quentin Tarantino, ha hecho una película a la manera de aquellas, pero no como homenaje sino con la voluntad expresa de retroceder en el tiempo y hacer uno de esos filmes destinados a ser comercializados en VHS para públicos muy específicos.
Esta es una película de terror gore pero no es realmente ni de terror ni muy gore, sino más bien un desfase deliberado donde el erotismo (de serie B) y la comedia se fusionan muy hábilmente (a veces, de modo brutalmente inteligente) para retorcer el género y aportar hirientes comentarios sobre la industria y sobre el crepúsculo de un género rendido a la comercialidad y a la puerilidad. No es, por tanto, una película hecha a imitación de sino una película moderna, atrevida, con secuencias geniales (la "cámara blindada", "la chica, la piedra y la ventana", "las memorias del pasado", etc.). ¿De verdad alguien puede pensar que tanta cutrez en muchos de sus momentos no es algo bien planificado por el director?
Con todo ello, el compositor ha sabido impregnarse de ese espíritu y ha hecho una notable banda sonora vulgar, sucia, donde la apariencia es que el productor de esta película ha contratado a un compositor más dedicado a tomar LSD que a escribir música. Pero hay que ser realmente bueno para que lo malo esté tan bien hecho y que, no de manera evidente, todo quede bien encajado en el discurso y la estética de la película.
La intención de dar la sensación que la película tiene música porque necesitaba tenerla, pero sin saber muy bien para qué, está sobradamente cumplida: en apariencia, es una banda sonora parcheada, secuencial, sin orden ni estructura. Pero es solo una apariencia, porque es justamente lo contrario: todo está pulcramente dispuesto para conducir al espectador por el terreno del desconcierto y, lo que es mejor, para meterle en una película (y más en determinadas escenas, que podrían resultar ridículas y que gracias a la música resultan extrañamente hipnóticas, como es el caso de las eróticas), porque la música tiene un elemento centrifugador determinante.
Arranca con un prólogo pausado en forma de música amarga y árida que sirve de aviso del patetismo expreso que vendrá a continuación. Los créditos dan un giro sorpresivo y añaden un nuevo elemento: lo delirante, en forma de una maravillosamente mala canción en títulos iniciales a lo James Bond en la que se presenta en forma de motivo reiterado y obsesivo el gran tema principal de la película, una música lasciva, psicodélica y psicotrópica, que el compositor reiterará como referente de una sensualidad impostada, pero que tendrá mayor impacto cuando es aplicado como elemento tranquilizador de uno de los grandes personajes del filme, el macho Alfa (de Serie B), semental y líder de la manada de hembras que acosan al protagonista.
Este motivo, muy inteligentemente, se va diluyendo como un terrón de azúcar hasta quedar reducido a su mínima expresión a medida que tanto el macho Alfa como sus hembras van perdiendo control de la situación y el terreno es dominado entonces por una música ambiental, desoladora, desestructurada y deconstruida, ahora sí característica de las películas del género.