Narra la historia de Tim Ballard, un ex agente de Seguridad Nacional de Estados Unidos que dejó su trabajo para dedicar su vida a intentar salvar las vidas de cientos de niños del tráfico sexual.
Esta es una película que tuvo gran polémica en Estados Unidos -bastante menos en el resto del mundo- por su no disimulada adscripción al movimiento trumpista QAnon, una de las principales teorías de la conspiración de la extrema derecha estadounidense que sugiere la existencia de una supuesta trama secreta organizada por un supuesto Estado profundo contra Donald Trump y sus seguidores. La idea general de la trama es que hay actores de Hollywood, políticos del Partido Demócrata y funcionarios de alto rango que participan en una red internacional de tráfico sexual de niños y realizan actos pedófilos... en este contexto y con esta idea esta película es una declaración de intenciones que puede gustar y puede repugnar en función de la ideología y de la credulidad o incredulidad de semejante teoría. Según cómo se perciba, la música resultará adecuada o completamente inapropiada.
Formal y estructuralmente la música de Navarrete es impecable: está construida alrededor de un destacado tema principal que se construye y se desarrolla desde un germen muy dramático hasta llegar a una eclosión lírica con gran belleza pero no exenta de tristeza por la no resolución de la tragedia. Los coros infantiles son la obvia referencia al sufrimiento de los niños secuestrados y abusados y referencia su inocencia y pureza, que el protagonista trata de proteger y salvar. De esta manera, el tema principal marca también el camino que personaje y audiencia sigue hasta ese final. En el trayecto, otras músicas ambientales, con referencias étnicas, de menor relevancia. La música es esta y las pretensiones son claras. A partir de esto, la recepción depende de cada uno y una.