Un críptico mensaje del pasado envía a James Bond a una misión secreta a México D.F. y luego a Roma, donde conoce a la viuda de un infame criminal. Se infiltra en una reunión secreta y descubre la existencia de una siniestra organización conocida como SPECTRE...
En su nueva aportación a la saga Bond, el compositor cumple con su cometido de generar atmósferas, marcar el ritmo y aderezar la acción con una música en la que se parece renunciar a la marca Bond, porque esta no consiste solo en emplear y aplicar el legendario tema principal -aquí apenas presente- sino en hacer uso de una música que salga de la pantalla, atrape al espectador y lo haga partícipe de las aventuras del agente con licencia para matar. Ya no es así, desde hace algunas películas, y el tratamiento musical es el de cualquier película de acción: músicas ambientales para el entoro de misterio, momentos enfáticos y toques exóticos para aparentar una relevancia y trascendencia que no tiene. Lo mejor es el tono fantasmagórico de la música, que es de lo que mejor se saca provecho.